En enero de 1943, Georgia O’Keeffe regresó a Chicago. Había vivido allí en su temprana edad adulta: primero de 1905 a 1906, mientras estudiaba en la Escuela del Instituto de Arte de Chicago, y luego, dos años más tarde, cuando trabajaba a desgano como ilustradora comercial antes de contraer sarampión, lo que la forzó a abandonar la ciudad. Sin embargo, su regreso a Chicago después de más de treinta años fue mucho más triunfal.
La ocasión fue trascendental. El Instituto de Arte de Chicago estaba preparando Georgia O’Keeffe, Pinturas de 1915 a 1941 (Georgia O’Keeffe, Paintings, 1915-1941), una exposición a gran escala de las obras que marcaron varias “primicias” para la artista en lo que ya era una carrera importante: su primera retrospectiva en un museo, mucho más amplia que su exposición de 1927 en el Museo de Arte de Brooklyn; su primera exposición individual a realizarse fuera de la ciudad de Nueva York; y la colección más grande de sus obras desde 1923 (imagen 1)1. El hecho de que se llevara a cabo en la metrópolis de la región central de EE. UU. que una vez la artista consideró su hogar, cerca de su lugar de nacimiento en Sun Prairie, Wisconsin, aumentó aún más el prestigio de la exposición. Aunque poco se menciona en los estudios sobre O’Keeffe, la exposición de Chicago —generalmente opacada por su exposición de 1946 en el Museo de Arte Moderno—, estableció el canon de su obra hasta 1943, produjo un catálogo que se convertiría en la proclama definitoria de la carrera inicial de O’Keeffe y le dio un nuevo ímpetu a sus conexiones con Chicago. La exposición también influiría en las decisiones de la artista respecto del patrimonio de su esposo, Alfred Stieglitz, el renombrado fotógrafo y marchante de arte, que falleció tres años más tarde, en 1946. Ante la necesidad de definir las instituciones que recibirían su considerable colección de obras europeas y estadounidenses, O’Keeffe aprovechó la oportunidad para designar sus propias pinturas —muchas de las cuales estaban expuestas en el Instituto de Arte— como parte de estas donaciones.
La exposición de Chicago se originó gracias al ojo perspicaz de Daniel Catton Rich, director del Instituto de Arte (imagen 2)2. Rich y O’Keeffe se conocieron en 1929, cuando ambos fueron invitados por Mabel Dodge Luhan, la famosa mecenas de las artes, a su casa de Taos, Nuevo México. En ese entonces, Rich era curador asistente de pinturas y esculturas en el Instituto de Arte, y ya se había familiarizado con la obra de O’Keeffe gracias a las exposiciones organizadas por Stieglitz en la década de 1920. Siguió la carrera de la artista a la distancia y, en la primavera de 1941, mencionó la posibilidad de realizar una exposición3.
Desde el principio, Rich la concibió como una exposición que abarcaría toda la carrera de O’Keeffe y que demostraría al entusiasta público de Chicago la belleza y la variedad de su obra. Como le explicó a O’Keeffe en una carta: “Admiro su obra desde hace mucho tiempo y creo que una selección de obras que muestren sus cambios y su evolución sería muy apreciada por nuestro público, que ya es muy consciente del lugar que usted ocupa en el arte estadounidense”4. O’Keeffe debe de haber animado a Stieglitz (en su rol de marchante de arte) a aceptar, según se deprende de lo que él le escribió mientras ella se hospedaba en Ghost Ranch ese verano: “Voy a responderle la carta al Sr. Rich. Gracias. Sí, una exposición con una selección adecuada sería una experiencia reveladora”5. En viajes a Nueva York realizados el siguiente otoño e invierno, O’Keeffe, Rich y Stieglitz continuaron hablando sobre la exposición y acordaron dos condiciones: que Rich le permitiría a O’Keeffe instalar la exposición por sí misma y que el Instituto de Arte adquiriría una de las obras más importantes de esa exposición6.
O'Keeffe llegó a Chicago el lunes 11 de enero de 1943 y se registró en el Hotel Blackstone, ubicado en Michigan Avenue, varias cuadras al sur del Instituto de Arte. Los días siguientes fueron un torbellino de entrevistas con la prensa e instalaciones en las salas mientras O’Keeffe y Rich se preparaban para la inauguración de la exposición programada para el jueves 21 de enero. O’Keeffe se dedicó de lleno a colgar sus obras, actividad que fascinó a los periodistas, que no estaban acostumbrados a ver a una mujer haciéndose cargo de tales asuntos con tanta rigurosidad:
Con la Sra. O’Keeffe.… colgar un cuadro es tan importante como pintarlo. Es una mujer, que pese a ser de contextura pequeña, menuda y delgada, con un rostro de una belleza exquisita, como pintado casi en sepia pálido y cabello castaño recogido en una diadema, cargaba sus pesados cuadros, con marcos de cobre y acero inoxidable, como un autómata. Por supuesto, antes de que ella terminara, apareció Daniel Catton Rich, director del Instituto, quien se quitó la chaqueta y con un suéter amarillo y una corbata granate corrió a ayudarle; pero antes de que ella lograra terminar, había contraído una gripe que la envió a la cama7.
En efecto, luego de tres días de instalación O’Keeffe se retiró al hotel Blackstone para recuperarse, pero no sin antes insistir en que el Instituto de Arte volviera a pintar la más grande de las tres salas —supuestamente de color violeta— lo que resultó en dos salas blancas y una de un tono gris verdoso8.
La exposición incluyó 61 obras, todas prestadas a través de la galería An American Place de Stieglitz9. Como lo demuestra el catálogo, ordenado cronológicamente, incluía desde las primeras obras de su carrera hasta sus lienzos más recientes, comenzando con dos dibujos de alrededor de 1915-1917: la acuarela Líneas azules X y un dibujo al carboncillo sin título (Dibujo XIII) (imágenes 4 y 5). Estas fueron además las dos únicas obras en papel seleccionadas para la exposición10. Las últimas pinturas expuestas fueron Colinas rojas y huesos y Plumas de pavo y jarrón indio, dos óleos de 1941 (imágenes 6 y 7)11. En cuanto a su alcance, la muestra difería de todas sus exposiciones anteriores, ya fuera las de las galerías de Stieglitz o la del Museo de Brooklyn, ya que presentaba más de 25 años de trayectoria. La retrospectiva, además, revelaba una visión ampliada de la obra de O'Keeffe de otras maneras: exponía la variedad de los temas abordados por la artista, desde motivos abstractos, pasando por flores y otras formas naturales, hasta el impresionante paisaje del sudoeste. Mostraba los muchos lugares que había visitado o que había considerado su hogar y que habían inspirado su creatividad, como Lake George, Manhattan, Nuevo México y Canadá. Asimismo, revelaba su despliegue de una gama dramática de lienzos de distintos tamaños, así como su tendencia a pintar ciertos motivos en composiciones múltiples.
Esta diversidad se destacó por la forma en que O'Keeffe eligió mostrar su arte: como lo demuestran tres fotografías de archivo de las salas (imágenes 8 a 10), O'Keeffe colgó las obras basándose en su propia lógica y en sus preferencias estéticas. En vez de separar sus pinturas en categorías diferenciadas, yuxtapuso en forma deliberada obras de diferentes temas, décadas y lugares. Por ejemplo, en la sala blanca pequeña, colocó Iris negro (1926), una pintura de flores ampliadas, en una pared contigua a Meseta negra y cielo rosa (1930) y Cruz negra, Nuevo México (1929), permitiendo que sus estructuras formales y sus esquemas encuentren eco12. También abrazó la diferencia de escalas entre sus pinturas, al ubicar en el otro extremo de la sala su obra East River del piso 30.° del Hotel Shelton (1928), uno de los formatos más grandes utilizados por la artista en ese momento: 76 cm de alto por 122 cm de ancho, al lado de la relativamente diminuta Amapola roja (1928), de 18 x 23 cm13. También se pueden ver al lado de Amapola roja dos obras abstractas de gran formato, Abstracción (1926) y Desde el lago n.º 3 (1924), lo que subraya aún más las variaciones entre el tema y el tamaño de su obra14. Sin embargo, O'Keeffe optó por exponer los seis lienzos de Jack en el púlpito (1930) en una pared de la sala blanca grande, lo que motivó a los visitantes a discernir por sí mismos de qué manera la artista utilizaba un único motivo para experimentar con el color, la forma y la escala15.
La exposición representó una oportunidad para que O'Keeffe, en colaboración con Rich, estableciera los parámetros visuales de su carrera hasta ese momento y puso de manifiesto sus preferencias a la hora de exponer. No obstante, el ensayo que Rich escribió para el catálogo y que se convertiría en la declaración definitoria de los comienzos de la carrera de O'Keeffe fue igual de importante. Rich comenzó con una afirmación que resuena hasta el día de hoy: “El arte de Georgia O'Keeffe es un registro de estados emocionales intensos resueltos de manera cristalina. Su habilidad para dotar de significados apasionados a diversos elementos abstractos, como líneas, colores y masas, es tan extraordinaria como su meticuloso e inmaculado talento artístico”16. El ensayo explora su vida y su carrera, a la vez que menciona hitos familiares, como su escolarización temprana, sus estudios con Arthur Wesley Dow y su labor docente en Texas, entre otros. Describe sus originales dibujos con carboncillos y relata la anécdota de cuando su amiga Anita Pollitzer se los enseñó a Stieglitz. Por último, detalla su colaboración con Stieglitz y su viaje al suroeste en 1929. De hecho, y en consonancia con lo señalado por la biógrafa Roxana Robinson, el ensayo de Rich contiene “la estructura biográfica del mito de O'Keeffe tal y como se contaría una y otra vez”. Sin embargo, Rich no solo dio a conocer hechos biográficos, sino que llevó a cabo un análisis minucioso y sensible de muchos de los cuadros de la exposición que, indudablemente, elaboró a partir de sus conversaciones con la artista. Rich reconoció que, a los cincuenta años de edad, O'Keeffe seguía “trabajando con intensa energía: nadie —ni siquiera ella misma— puede prever qué le depararán los próximos años”, y llegó a la conclusión de que “el lugar de Georgia O'Keeffe está asegurado” y de que “la pintura estadounidense de nuestros días es infinitamente más rica gracias a su visión de triunfo”17.
La amplia cobertura periodística que recibió la exposición contribuyó a reforzar la reputación de O'Keeffe como una de las artistas preeminentes de la época. Es indudable que la fascinación de la prensa por la exposición obedecía, en gran medida, a la condición de mujer artista afamada (imagen 11). Los periodistas detallaron con entusiasmo los eventos sociales previstos para O'Keeffe (que se vieron truncados por su enfermedad) y comentaron su atuendo y apariencia. No obstante, las críticas de sus pinturas fueron favorables y especialmente notables dado que, al parecer, solo se habían expuesto anteriormente cuatro cuadros de O'Keeffe en la ciudad18. “Las tres salas resplandecen con los colores claros, nítidos y luminosos de su [obra]”, afirmó un crítico, quien, además, destacó la “combinación de emoción intensa, imaginación penetrante y gran delicadeza de sentimientos en su arte”19. Otro autor concluyó lo siguiente: “Si te gusta su obra, entonces te encanta, pero si no te gusta, no podrás olvidarla”20. Cabe destacar que Associated Press publicó un extenso artículo sobre O'Keeffe y la exposición escrito por el corresponsal W. W. Hercher, quien la entrevistó en su primer día en Chicago21. Su artículo, en el que describía la exposición como un “acontecimiento artístico de primera magnitud”, gozó de amplia difusión y, sin duda alguna, contribuyó a que la artista tuviera mayor visibilidad en todo el país22.
Por lo tanto, la retrospectiva de O'Keeffe trajo consigo numerosas consecuencias significativas: codificó una narrativa deseable de su arte y de su obra a través del ensayo de Rich, estableció un grupo central de obras importantes y contribuyó a ampliar la reputación de la artista. Además, tuvo repercusiones en la colección del Instituto de Arte, dado que, fiel a su acuerdo, Rich adquirió Cruz negra, Nuevo México de la exposición (imagen 12). Aclamada por la prensa de Chicago, fue la primera pintura de O'Keeffe incorporada en la colección permanente del museo y constituye un ejemplo fundamental de su producción artística durante su primer verano en el suroeste.
La exposición de 1943 también incidió directamente en las decisiones posteriores de O'Keeffe en lo que respecta a presentar la Colección Alfred Stieglitz en diversas instituciones. Tras la muerte de su marido, en 1946, O'Keeffe tuvo la abrumadora tarea de distribuir su vasta colección de pinturas, fotografías y dibujos modernistas estadounidenses y europeos. En 1949, destinó las principales donaciones al Instituto de Arte de Chicago, la Universidad de Fisk, el Museo de Arte Metropolitano, la Galería de Arte Nacional y el Museo de Arte de Filadelfia. La amistad de O'Keeffe con Daniel Catton Rich, que se forjó a partir de la exposición de 1943, tuvo un papel sustancial en ese sentido, dado que él se convirtió en uno de sus asesores más cercanos en lo referido a la Colección Stieglitz23. La complejidad de la labor que ambos realizaron quedó plasmada en las numerosas cartas que intercambiaron. Durante el proceso que consistió en coordinar con Rich la distribución de las obras de la Colección Stieglitz, O'Keeffe también hizo numerosas donaciones de sus propias pinturas —por lo general, primero las prestaba a largo plazo a las instituciones— que designaba como futuras adquisiciones para la Colección Stieglitz. De los 61 cuadros elegidos para la exposición de 1943, un total de 24 obras —es decir, más de un tercio— se donaron posteriormente a museos, incluidas seis obras adicionales que se entregaron al Instituto de Arte entre 1947 y 1987.
Por lo tanto, la retrospectiva de 1943, que tuvo lugar en el Instituto de Arte de Chicago, marcó un hito importante para la artista. En ese espacio, se expusieron obras fundamentales de la carrera de la artista, y los visitantes tuvieron la oportunidad de comprender y evaluar la evolución de su arte. Rich contribuyó a esa comprensión, gracias al sensible análisis que plasmó en su ensayo. A su vez, la exposición permitió que la obra de la artista se conociera fuera de la ciudad de Nueva York y posibilitó que tuviera amplia visibilidad gracias a la cobertura de la prensa local y especializada. Sin embargo, la prolífica colaboración entre O'Keeffe y Rich tendría repercusiones todavía más importantes, gracias a la posterior donación de obras de la Colección Stieglitz. La incorporación de sus propias pinturas acrecentó su protagonismo en las paredes de los museos de todo el país y consolidó el crecimiento de su reputación como una de las principales figuras del Modernismo estadounidense. En este sentido, la retrospectiva de 1943 tuvo un papel fundamental dado que fue a partir de entonces que la artista comenzó a evaluar qué pinturas formarían parte de su legado perdurable.
Notes
Nota sobre los títulos de las obras: Los títulos institucionales y las fechas de las obras de O’Keeffe a veces varían de los primeros títulos y fechas establecidos por Georgia O’Keeffe: Catalogue Raisonné (1999), cuyas entradas explican los cambios. Aquí los títulos institucionales y las fechas se enumeran primero, seguidos de los del Catalogue Raisonné.
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En 1923, Alfred Stieglitz organizó Alfred Stieglitz presenta cien imágenes: óleos, acuarelas, pasteles, dibujos, de Georgia O’Keeffe, estadounidense en las Galerías Anderson, en Nueva York. ↩︎
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Para obtener información sobre Rich, ver John W. Smith, “La profesión nerviosa: Daniel Catton Rich y el Instituto de Arte de Chicago, 1927-1958”, Art Institute of Chicago Museum Studies 19, n.º 1 (1993): 58-79, 105-107. ↩︎
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Rich recordó las circunstancias de su encuentro en 1929 en Daniel Catton Rich, “La conocí en Taos”, Worcester Sunday Telegram, 30 de octubre de 1960, 6-8. En este recuerdo, especulaba que se reunirían otra vez en Nueva York en 1942, pero una carta de Rich para O'Keeffe fechada en mayo de 1941 demuestra que deben haberse vuelto a conectar durante el invierno de 1940-1941. De Daniel Catton Rich para Georgia O’Keeffe, 26 de mayo de 1941, archivo de Alfred Stieglitz/Georgia O’Keeffe, Yale Collection of American Literature, Beinecke Rare Book and Manuscript Library (en adelante, “YCAL”), MSS 85, caja 179, carpeta 2973. Lisle citó la fecha 1942 de manera errónea en su biografía; ver Laurie Lisle, Retrato de una artista: biografía de Georgia O’Keeffe (Albuquerque: University of New Mexico Press), 251. ↩︎
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De Daniel Catton Rich para Georgia O’Keeffe, 26 de mayo de 1941, YCAL, MSS 85, caja 179, carpeta 2973. ↩︎
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De Alfred Stieglitz para Georgia O’Keeffe, 2 de junio de 1941, YCAL, MSS 85, caja 76, carpeta 1602. ↩︎
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Lisle, Retrato de una artista, 252. ↩︎
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Marcia Winn, “Vistas frontales y perfiles: es una cuestión personal”, Chicago Tribune, 22 de enero de 1943, 15. ↩︎
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Lisle, Retrato de una artista, 252. Lisle indica que la sala que se volvió a pintar era originalmente de color violeta; no se cita su fuente. La propia O’Keeffe describió los colores finales en una carta para Stieglitz; ver de Georgia O’Keeffe para Alfred Stieglitz, 19 de enero de 1943, YCAL, MSS 85, caja 93, carpeta 1838. ↩︎
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Daniel Catton Rich, Georgia O’Keeffe, pinturas de 1915 a 1941, cat. de la exposición (Chicago: Instituto de Arte de Chicago, 1943); ver https://www.artic.edu/exhibitions/7588/retrospective-exhibition-of-paintings-by-georgia-o-keeffe. Cabe señalar que, por tratarse de obras prestadas en su totalidad por An American Place, la exposición, aunque representativa, no incluía ninguna pintura vendida anteriormente por O'Keeffe. ↩︎
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Barbara Buhler Lynes, Georgia O’Keeffe: catálogo razonado, 2 vols. (New Haven, CT: Yale University Press, 1999), 1:64, 1:157. Aunque en el catálogo del Instituto de Arte aparece fechada en 1915, Líneas azules X ahora está fechada en 1916. ↩︎
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Lynes, Georgia O’Keeffe, 2:1025, 2:1014. ↩︎
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Lynes, Georgia O’Keeffe, 1:557, 1:739, 1:667. ↩︎
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Lynes, Georgia O’Keeffe, 1:620, 1:594. ↩︎
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Lynes, Georgia O’Keeffe, 1:522, 1:471. ↩︎
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Lynes, Georgia O’Keeffe, 1:715–20. ↩︎
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Rich, Georgia O’Keeffe, 9. ↩︎
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Rich, Georgia O’Keeffe, 36, 40. ↩︎
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Así se informó en Judith Cass, “Las pinturas de la Srta. O'Keeffe's se expondrán aquí”, Chicago Tribune, 14 de enero de 1943, 11. ↩︎
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Edith Weigle, “Las pinturas de la Srta. O'Keeffe rebozan de integridad”, Chicago Tribune, 20 de enero de 1943, 9. ↩︎
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Marcia Winn, “Georgia O'Keeffe: una artista excepcional”, Chicago Tribune, 28 de febrero de 1943, C4. ↩︎
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Georgia O'Keeffe a Alfred Stieglitz, 14 de enero de 1943, YCAL, MSS 85, caja 93, carpeta 1838. ↩︎
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El Instituto de Arte recopiló muchas de las historias compartidas desde distintos puntos del país, incluso desde lugares tan lejanos como Orlando, Florida; Ver Art Institute of Chicago Scrapbook, vol. 78, 1943, microfilm 1969 25, rollo 13. Para consultar un solo ejemplo de la frase “acontecimiento artístico de primera magnitud”, ver W. W. Hercher, “La mujer artista más importante inaugura una exposición en Chicago”, Telegraph Herald (Dubuque, Iowa), 24 de enero de 1943, recorte, Art Institute of Chicago Scrapbook. ↩︎
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En 1943, probablemente en agradecimiento personal a Rich, O'Keeffe le regaló Amapola roja, una de las obras de la exposición; Ver Lynes, Georgia O'Keeffe, 1:594. ↩︎