Al mudarse del caótico entorno urbano de Nueva York a Nuevo México le dio a O’Keeffe la oportunidad de abrazar el descanso y la relajación, un concepto de posguerra para muchos. La silla BARWA, diseñada por Edgar Bartolucci y John Waldheim, resultó ser el lugar perfecto para que O’Keeffe disfrutará de dos de sus actividades favoritas: escuchar música clásica en su sala de estar y observar las estrellas al aire libre en el desierto. Después de compraba una de la compañía en 1949, posteriormente pidió varios más para las dos casas en Abiquiú y Ghost Ranch, N.M.